Nos encontramos en una aldea lejana e ignota, curiosamente acogedora y con un aspecto de lo más pintoresco, aunque el lugar esconde un secreto que erizaría el vello a la persona más valiente.
En un primer momento, la persona visitante concluiría que la vida en Castronegro transcurre de manera anodina, ya que observaría como los aldeanos y las aldeanas realizan los quehaceres propios su oficio y como los niños y las niñas corretean por las empedradas calles de la aldea. Todo normal, salvo por ese pequeño detalle de que cada noche bañada por la luna llena la población de Castronegro merma. ¿Licantropía? ¡Me temo que sí! Algunas personas se transforman en lobo y realizan cacerías por la aldea. Pero...¿quiénes son? ¿cómo puedo saberlo?
El juego de Los lobos de Castronegro es altamente adictivo. En todas las clases donde lo he probado ha dejado una gran huella, o al menos esa es la impresión que de mi experiencia extraigo. Se trata de una herramienta lúdica que proporciona agradables momentos de ocio y diversión y que, además, nos permite trabajar la distinción entre aquello que interpretamos y el hecho que nos conduce a esa interpretación. En este juego nadie conoce la identidad de nadie, por lo que las interpretaciones que cada persona haga de los hechos que acontecen serán meras explicaciones basadas en una visión particular de los mismos condicionada por sus creencias, prejuicios y valores.
Existe un cuento tradicional, según creo de origen alemán, que narra la historia de un hombre al que le desapareció su hacha. Este hombre sospechó que su vecino se la había robado, por lo que comenzó a observarle con detenimiento: caminaba con las formas de un ladrón, miraba sigilosamente como un ladrón, susurraba como un ladrón e incluso sonreía como un ladrón. Furioso por la situación decidió denunciarle. Cuando se dirigía a la comisaría encontró su hacha, se le había olvidado junto a un árbol de su finca. Ahora lo recordaba. En ese momento vio a su vecino y, escrutándole de nuevo, comprobó que se comportaba como se comportaría cualquier persona honesta.
Nuestra visión de la realidad es parcial debido a los condicionantes de naturaleza psicológica que interfieren en nuestra aprehensión de la realidad. Deshagámonos de aquellas interpretaciones que nos suponen una carga emocional y busquemos esas otras que nos ayudan a sintonizar con nuestros objetivos.
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