Hace ya varias semanas que hicimos un recorrido a través de ciertos mitos que intentaban explicar el porqué de la creación del mundo y de los sucesos naturales que en él se dan. El método científico, por su parte, no tolera la intrusión de relatos basados en la magia o en lo desconocido. Podríamos decir, grosso modo, que este método se fundamenta en: la observación de un hecho, la proposición de una hipótesis que explique ese hecho, la comprobación de esa hipótesis y, finalmente, el establecimiento de una teoría. La Ciencia tiene como base la autocorrección, pues es dinámica. De este modo, las estaciones del año se producen debido a cuestiones de astronómicas, no a la estancia de Perséfone en el inframundo o en compañía de su madre, Deméter.
Los relatos mitológicos, a pesar de que, en su intento por interpretar la realidad atribuyen propiedades mágicas a todo aquello que narran, son sumamente hermosos y nos ayudan a entender ciertos elementos de nuestra cultura. La civilización griega dejó en herencia al pueblo romano esos mitos y, como es bien sabido, romanizados fuimos.
Aprovechando aquel momento, propusimos que cada niño inventase un dios y nos hablase de cómo nació y para qué. Así, todos hicimos un dibujo o una creación artística que representase a nuestro dios y le añadimos su propia historia. Cada deidad tendría su propio ámbito de influencia en el mundo de los mortales y actuaría con honor y justicia.
A cada niño y a cada niña le tocaba preparar una exposición relacionada con su dios. El primero en ponerse manos a la obra sería Hugo (hasta la fecha es el único), que nos presentaría una pequeña colección de deportes que se practicaban en la antigüedad, pero que en la actualidad se encuentran extintos. Su dios, no obstante, es Deporteo, encargado de que reine la limpieza en los juegos y acontecimientos deportivos.
Una vez que lo hayáis visualizado, podéis poner a prueba vuestros conocimientos cumplimentado esta hoja de trabajo.
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